miércoles, 26 de marzo de 2008

Iglesia de Ishua: Nunca pierdan la fé...

Allá por el año 1986, la iglesia del pueblo se encontraba en muy lamentable estado, de tal forma que era inminente la caída del techo sobre la feligresía que asistía a misa, como buenos ayacuchanos, para encontrar su paz interior.

Se decidió entonces desmontar el techo que se caía por pedazos aprovechando la gran afluencia de jóvenes visitantes para los carnavales de ese año; muchos veteranos comuneros enjugaron un par de lágrimas viendo cómo su querida iglesia presentaba tal estado.

Conforme se iban realizando los trabajos (¡vieran la cantidad de toritos de arcilla y figuras diversas que se encontraron en los techos!), se descubrió que el problema no radicaba tan solo en el techado sino que provenía desde las mismas paredes, resultado: empezar la reedificación desde su inicio.

Era penoso observar cómo las antiguos y hermosos muros revestidos de yeso que antes cobijaban a los santitos, ahora presentaban una pared desnuda; solo quedaban en la memoria del pueblo, el recuerdo del hermoso altar dorado que alguna vez escuchó los cantos cristalinos de la grey durante las fiestas patronales y el San Gregorio respectivo para acompañar a los difuntos rumbo a su residencia definitiva...

Había una luz de esperanza para el rápido inicio de los trabajos pero los imponderables de siempre retrasaban su ejecución, con cada aliento de ánimo y entusiasmo para empezar las obras aparecían otros de marcado pesimismo en espera de mejores tiempos...

Este era el espectáculo que mostraba nuestra iglesia durante la década de los ochenta, los viejos contaban a sus nietos cómo alguna vez una linda iglesia, pequeña pero hermosa y grande de corazón, albergó en su interior a la Mamacha Cocharcas, al Taitacha San Isidro, al Patrón San Diego, acompañados de otros santos, alegres por residir en una comunidad tan alegre...

Muchos años permaneció el templo al viento, como si con cada aliento de sol que tomaba, reunía fuerzas para retransmitirlas a sus comuneros; mientras, en Lima, los migrantes ishuanos no olvidando sus raíces hacían mil y un actividades en procura de fondos..

En Ishua, los adobes preparados por los viejos comuneros (aquellos que nunca perdieron la fé) se mostraban en plaza como gritando: ¡Qué pasa muchachos!, ¿Dónde están los J'aris?, ¡Cumuncuna, amalla junjaruni! .

Poco a poco empezaron a asomar algunas tímidas acciones de restauración, por allí un pedacito de pared, por allá otro pedacito de muro, etc.; así como los antiguos lucanas domaron las bravías montañas casi verticales transformándolas en fértiles andenes, los ishuanos, motivados por su creencia y con la protección moral del Apu Ccarhuarazo, decididamente entraron en el fragor del combate laboral a fin de restaurar su querida iglesia....
(Continuará)

** Fotos: David Huamaní Urbano & Víctor Huarcaya