Cuadrilla de negritos entonan versos y cantos durante la visita a las ramadas de los carguyocs, muchos se acercan a escuchar los cánticos; costumbres que permanecerán imborrables como el caso del pequeño que observa curioso desde los brazos del padre.
Desde la ramada adornada -con motivos alusivos a la fiesta- del señor adornante, amigos y familiares observan el desarrollo de la escena anterior.
Los integrantes de esta cuadrilla de músicos: arpista, violinista, marquía y espadín, atacan con fuerza una determinada tonada mientras los yanacoyundas meditan acerca el verso a expresar.
La cuadrilla de negritos llega, en visita obligada de cortesía, a la ramada del señor mayordomo, don Héctor Espinoza Orellana; expresan lo mejor que saben hacer: mostrar bailes y cantos.
Negritos por aquí, negritos por allá, negritos por acullá; todo el local se encontraba impregnado por las notas de las cuadrillas; visitantes e ishuanos, acompañan a determinados grupos de su preferencia, recordando cantos y costumbres de los abuelos.
El señor adornante, de acuerdo a costumbres atávicas, se dirige hacia la ramada del señor mayordomo, a presentar sus respetos y mostrar su cortesía; lo realiza en compañía de su propia cuadrilla de negritos, músicos y familiares; fotógrafos y cámaras capturan la escena.
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