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Dentro de la casa del cargonte, en el calor de la reunion, la satisfacción de encontrarse con amigos y conocidos se hace evidente; los grupos se forman de acuerdo a géneros, edades o intereses comunes.
La alegría se manifiesta por todos lados, basta observar la cálida sonrisa del pequeño para darse una idea de lo que está ocurriendo; atrás quedaron las molestias propias del viaje, tales como la incomodidad del clima, la altura o la falta de sueño.
La vieja guardia, observando y comentando reposadamente los avatares de esta amena reunión, los vastos años de experiencia permiten emitir juicios que los jóvenes por su inexperiencia aún no pueden formular.
Bueno, ya están en casa y después de una cena caliente, todos afuera que hay que acompañar por las calles a los cargontes, músicos y negritos; se forman rondas en cada esquina y se invita a todos a participar; estas fiestas no conocen de exclusiones, todos son bienvenidos.
Músicos que a pesar de las terribles noches heladas siguen tocando con igual ánimo como lo hicieron el primer día, no serán ellos quienes abandonen la marcha durante las visitas a efectuar pues a estas horas muchos de los viajeros rendidos por el cansancio, el trago o la edad, roncan en sus respectivas moradas como un camión viejo subiendo una cuesta empinada.
Al día siguiente, muy temprano por cierto, frescos y lúcidos, cargontes, familiares, compadres, amigos, músicos y negritos inician otro día de visitas, danzas y cantos por todo el pueblo, mientras, los viajeros recién despiertan y con los dientes castañeando por el frío ya estan pidiendo con agónica voz, su pancito y quesito con mate de cedrón o huallhua; los más recios, audaces y osados, hace rato ya salieron a las calles para acompañar a los oferentes.
Todos los días la rutina de los cargontes y los diferentes músicos que intervienen en estas fiestas, es levantarse antes del canto del gallo y acostarse pasada la medianoche; un día o dos, se pueden soportar, después de cuatro días la cabeza empieza a dar vueltas sin necesidad de trago alguno pero aquí en Ishua, son diez días que soportar aproximadamente.
Dando una vuelta por la plaza de Armas, observando la vestimenta podemos notar que todavía no son los días centrales; si han venido a Ishua para dormir mejor se hubiesen quedado en sus casitas descansando plácidamente, aquí han venido a acompañar a la Virgen.
** Fotos: Jackie Tito Meza
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miércoles, 8 de octubre de 2008
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